La vida de este luchador podría confundirse con un cliché de película americana, pero no. Hijo de un rockero de la vieja escuela y de una camarera de un bar de carretera, Elvis (nombre que le puso su padre como homenaje a Presley) tuvo una infancia complicada, para nada normal para un chaval de su edad ya que nunca llegó a tener residencia fija. Vivía allá donde su padre tuviera concierto y su escuela fueron los almacenes malolientes de los locales que rugían gracias a la banda de “Los Despiadados”. En plena adolescencia, descubrió que había vida más allá de esos almacenes o trastiendas, y una noche traspasó la puerta equivocada. En un callejón cualquiera tras un local cualquiera, presenció la ejecución de un hombre. Cuestión de negocios le dijeron, pero él no se vio intimidado por la sangre, sino por el dinero del “trato” que acababan de cerrar aquellos malhechores.
Tras aquella escena, entendió que el dinero era su objetivo, sin importar el cómo. Así pues, escapando de la vida nómada de su familia, decidió volar sólo con sus propios chanchullos. Comenzó a trabajar para gente de poca monta haciendo trabajos sucios y ajustando cuentas convirtiéndose de este modo en un reconocido e implacable matón.
Hombre al que le gusta hacer homenajes, tanto en su estilo de lucha “old school” como en su forma de vestir, al más estilo Tarantino, se define a sí mismo como un tipo duro y “Despiadado”.
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